sábado, 30 de junio de 2012

SONÁMBULA

Aunque supongo que este calor quita las ganas de cualquier cosa, por eso estáis como que no estáis, ahí va un mini que esta mañanita tórrida (la única un poco tranquila de los últimos tiempos) me he puesto como ejercicio, he trabajado como en el taller con Lola, tema, primera intención y un tiempo limitado de unos 45 minutos, una corrección rápida y colgar. Espero críticas, por feroces que sean, pero demostradme que seguís vivos¡¡¡


            Mientras estira con desganas el lado de las sábanas donde su cuerpo ha permanecido inmóvil una noche más, piensa en la obligada visita a su madre y como una vieja instantánea aparece una imagen en la nebulosa del recuerdo, es una silueta oscura recortada sobre la menor oscuridad de la noche en la calle, de espaldas, se supone, y apoyada en la barandilla del estrecho balcón, la ve como entonces parcialmente a través de la rendija de la puerta, agazapada en la negritud del que fue su dormitorio. Se sobresalta por la visión ¿por qué ahora?.

            El regusto de ese fugaz recuerdo se le ha instalado, como esas canciones que se empeñan en sonar incesantes en el cerebro, sabe amargo, lo puede sentir así, como si subiera desde la boca del estómago. Pero, vuelve a pensar, ¿por qué ahora?. Y se dispone a forzar la memoria, aunque siempre ha tenido presente que esa imagen supuso un cambio. Rememora, ¿qué hubo antes? días felices, cargados de besos, un beso antes del colegio, otro a la vuelta, más cuando llegaba papá, otros más cuando se iba al trabajo, besos antes de dormir, y de repente ya no los hubo ¿cuándo acabaron? Imposible recordar, si sabe ahora que acabaron cuando empezaron las noches de miedo, un miedo impreciso al descubrimiento de algo desconocido.

No puede precisar cuál fue el momento, ni tan siquiera cuál era su edad, ¿ocho? ¿diez años?, no podían ser muchos más, pues lo vivido no había sido compartido con su hermano, siete años menor.

            Si le es posible volver a ver la escena, que pudo ser así la primera noche o cualquier otra, la despertaron sonidos, la casa totalmente a oscuras, se levantó de la cama con el temor de lo inusual, buscando el consuelo de sus padres, escucho la puerta de la calle cerrarse y el silencio, en el dormitorio ellos no estaban, la cama desecha, el terror del abandono, su voz no salía y sus pies no andaban, minutos que parecieron horas, no lloraba cuando se volvió a abrir la misma puerta, con la luz de la escalera vio a las dos figuras, él en pijama, ella con un ligero camisón “¿Qué haces tú aquí? Vete a la cama” la voz de su padre sonaba imperiosa pero suave y obedeció.

Después de aquello vinieron otras noches, la puerta de la calle ahora se cerraba con llave, lo escuchaba cada noche hasta que se hizo rutina, entonces empezó lo del balcón, no todos los días, era menos ruidoso, pero también la despertó el sonido de las persianas al subir, entonces ya no se atrevió a descubrir su presencia, observaba por el hueco de la puerta entreabierta, veía la silueta de su madre en el balcón, su padre un paso apenas detrás, como esperando, luego ella volvía a entrar y él cerraba la persiana, regresaba a la cama, siempre escoltada por el hombre.

Nunca se habló de ello, entre todos se instaló un triste silencio, la vida seguía igual, pero faltaba la risa y esos besos que antes abundaban. Fue entonces cuando su madre dejó de ser la de antes, ya nunca volvió a ser aquella, una barrera invisible la aislaba de todo y de todos, su padre se convirtió en la sombra vigilante de noches en vela y parecía vivir únicamente para eso, mientras que ella aprendió a estar sola junto a ellos, como espectadora de unas vidas ajenas.

El deambular nocturno se hizo intermitente, hubo idas y venidas en las que acompañó a su madre al médico, muchos días de salas de espera, unas veces las dos solas con el hermano pequeño, al que ella aprendió a cuidar como una madre, otras con la presencia del padre, siempre en silencio. Fue desde entonces cuando palabras como neurastenia, depresión y, más recientemente, distimia, entraron a formar parte del vocabulario habitual; como consecuencia de la primera terapia nació otro hermano, se suponía que con su llegada todo volvería a la normalidad, pero para ella fue otro nuevo niño que cuidar cuando su madre se encamaba sin aparente motivo, al menos ellos fueron su compañía durante los años que permaneció en aquella casa.

En cuanto le fue posible quiso poner distancia, pero esa parte de la educación que llaman conciencia nunca se lo permitió, ahora vuelve a visitar a su madre a la residencia cada semana, los silencios no le asustan, sabe que no hay nada que decir entre ambas, pero cada día siente un mayor terror cuando en la mirada vacía de la anciana cree ver reflejado su posible futuro, aunque ella no sabe si es sonámbula porque ahora vuelve a estar sola y nadie velará sus noches.


Murcia, 30 de junio de 2012.  Loreto.

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